En nuestro último día entero de viaje tocaba poner rumbo a Palermo, pero antes hicimos una parada en Cefalú. La forma más rápida de llegar allí desde Catania es por la autopista. Con 0,90€ de peaje y con dos horas y media de camino, llegamos a nuestro destino. Cefalú se erige como una pequeña perla en la costa del mar Tirreno y a pesar de que en la actualidad compite con Taormina por ser el enclave más turístico de Sicilia, a mi parecer, aún conserva el encanto de la antigua ciudad medieval.
A diferencia de otras ciudades costeras, Cefalú tiene una larga y cuidada playa en la que algunos osados bañistas se daban el primer baño del año, a pesar de que la temperatura no excedía los 24 ºC. El agua del mar en esa zona tiene todos los tonos de azul posibles, desde el turquesa hasta el marino oscuro. Llegamos allí a la una del mediodía y hacia bastante calor, así que decidimos probar una de las delicias que aún teníamos pendientes: la granita. Se trata de un granizado un poco más espeso que el típico de España, que se come con cuchara y que se vende en una gran variedad de sabores. Andrea, el guía de la excursión al Etna, nos aconsejó probar el de mandorla (almendra) y resultó estar muy bueno, ya que el sabor era parecido a la horchata.
Cefalú es conocida por su catedral, que aunque tiene un aspecto bastante tosco y austero en su exterior, alberga un ábside repleto de mosaicos bizantinos realmente excepcionales. Dicen que el rey Ruggiero II quiso hacer un desaire a al arzobispo de Palermo y construyó la catedral de Cefalú para hacer la competencia directa a la de Palermo. De hecho, los mosaicos son anteriores a los de Monreale y los de la Capilla Palatina de Palermo, ya que fueron creados entre 1150 y 1160.
Al salir, callejeamos un buen rato por el pueblo. Tiene mucho encanto y todavía no está infestado de comercios turísticos, lo que hace que más o menos se conserve un poco su esencia. También se puede visitar la Roca, que es un pedazo de peñasco que preside la ciudad. Allí se alza el templo de Diana y desde lo alto se puede contemplar una bonita panorámica del pueblo. Eso lo sé por las postales que vi en una de las tiendas del centro, porque ese día estaba demasiado cansada para subir los 278 metros en forma de escalera, y más con el calor que hacía esa mañana.
Lo siguiente que visitamos fue el lavatorio, que es una lavadero del siglo XVI que aún se conserva en muy buen estado. Pueden verse las piedras donde antiguamente se lavaban las rocas con el agua de un manantial y que actualmente es un lugar ideal donde refugiarse del calor.
Volvimos al coche para ir hasta Palermo, donde pasamos nuestra última noche, ya que nuestro vuelo salía a primera hora de la mañana. Nos alojamos en el B&B Patio dei limoni, situado en una cuarta planta sin ascensor de un edificio justo delante de la estación central. A pesar de mis temores, encontramos aparcamiento justo delante. Era domingo de Resurrección, inicio de las vacaciones para los italianos, y la ciudad estaba desierta. Eso sí, todos los B&B estaban hasta la bandera y el día antes fue complicado encontrar alojamiento para nuestra última noche.
Era raro ver Palermo tan desolada, sin tráfico, sin coches amontonados en busca de un miniespacio en el que aparcar y con todos los bares y restaurante cerrados a cal y canto. Esa noche nos costó encontrar un sitio en el que cenar. Al final, encontramos una callejuela perdida llena de restaurantes cerca del Teatro Massimo. Había muchos locales de kebabs, pero acabamos cenando en una trattoria tunecina donde servían comida italiana y de Túnez en una carpa que bien parecía una jaima. Fue nuestra última pizza en Sicilia, hasta la próxima.
Epilogo. Día 11: Operación Cannoli
A las 5.30 am, la Pastelería Massaro abre sus puertas para servir el primer café a los que van a trabajar. Aparcan como pueden en la puerta, se toman un ristretto y fare via. Nosotros llegamos a las 6.30h. Nuestra misión era suministrar cannoli a nuestra familia y de paso desayunar antes de ir al aeropuerto. No se me ocurre qué mejor suvenir se puede llevar uno de la isla.
Datos de interés:
1. Autopista Riposto-Catania: 0,70€
2. Autopista Cefalú-Palermo: 0,90€
3. Heladería restaurante Food Sicily. Via Bagno Cicerone, 3. Cefalú. Granita de mandorla (almendra) y fragola (fresa): 2,5€ cada una.
4. B&B Patio dei Limoni. Habitación doble sin baño y sin desayuno: 50€
5. Restaurante La Traviata. Vicolo Sant Antonio, 1. Palermo. Pizza parmigiano: 5,50€ y pizza margarita: 4€.
6. Pasteleria Massaro. Cappuccino: 1,40€, cannolo: 1,80€.
Qué bonito el interior de la catedral, parece mentira que pese a su fachada albergue ese tesoro. Un abrazo. 😉
Hola Babyboom!
Si no se conoce lo que hay dentro de antemano puede pasar desapercibida. ^^
Hola Isabel! Tremendo el contraste de la catedral entre el exterior y el interior, quién lo diría!! Y muy buena manera de finalizar un viaje llevando dulces a la famiglia!! Un abrazo
Hola Fran!
Si, en casa ya no llevamos regalos que no sean comestibles. ^^
Es increible el interior de la catedral!! Qué bonito!! Me recuerda ligeramente a Santa Sofía en Estambul.
Saludos
Hola M.C.
Al ser mosaicos bizantinos tiene un aire a Santa Sofia. Me pregunto como debería ser esta originalmente… seguro que era impresionante…
Quina meravella els mosaics! Em sona d’haver-los vist al llibre d’Història de l’Art, perquè recordo els àngels amb sis ales (serafins?).
Potser al llibre vares veure els de la capella palatina a Palerm. Tan aquesta com la de Monreale y Cefalú son del mateix estil…
Desde luego si no te dicen lo que ofrece la catedral por dentro, fijo que pasas, la ves por fuera y sigues adelante…
0,90 € un peaje de 2 horas!!! Aquí por 30 minutos te cobran 7 euros y en temporada baja … xD
Voy a ver que tal ha quedado la guía 🙂