La app del tiempo ya lo había predicho y ese día nos levantamos en Múnich con una tormenta de nieve y frío monumental. Pero antes de acompañarnos a la estación, como era domingo de resurrección Laurel y Jörg nos propusieron disfrutar de la costumbre alemana de buscar los huevos de Pascua, y es que justo el día anterior habíamos comentado que nunca habíamos vivido esa tradición. A mí se me hizo extraño registrar una casa ajena, incluso con el consentimiento explícito de mis anfitriones, así que fui pidiendo permiso cada vez que tenía que abrir un armario o un cajón. Finalmente, y gracias a las típicas pistas de «frío» y «caliente», hallamos nuestro dulce botín: unos huevos de chocolate que habían comprado el día anterior en una pastelería en Bamberg sin que nos diésemos cuenta.
El tren de cercanías nos fue alejando de Múnich mientras por la ventana solo se veía un paisaje blanco y los copos de nieve que caían sin descanso. Nos dirigíamos a Starnberg, conocida localidad de veraneo de los alemanes más adinerados. Lógicamente, la intención no era pasar el día en su fantástico lago, sino reunirnos allí con nuestro amigo Ben, que iba a ser nuestro anfitrión los dos siguientes días. El plan de la jornada era visitar el castillo más famoso de Alemania y seguramente del mundo entero: el castillo de Neuschwanstein.
Tras hora y media en coche llegamos hasta Füssen, localidad en la que se alza el castillo, situada a escasos kilómetros de la frontera con Austria. Dejamos el coche en uno de los aparcamientos de pago y nos dirigimos a las taquillas. Por muy extraño que parezca, tenía muchas ganas de ver el castillo de Neuschwanstein, pero visitarlo por dentro no me emocionaba de la misma manera.
Para visitar el interior del castillo es importante informarse bien de los horarios. Las visitas son guiadas y principalmente en inglés o alemán, pero también hay algunas en español. Las entradas se pueden reservar, pero aun así siempre hay que hacer mucha cola en las taquillas. No obstante, reservar es buena idea para no llegar allí y descubrir que ya no quedan visitas disponibles.
Nos fijamos en los monitores que mostraban los horarios de las visitas. La que se hacía en español estaba a punto de empezar y no nos daba tiempo de llegar; la visita en inglés era como tres horas más tarde y la que nos iba bien por horario era en alemán. Xavi y Ben dominan el idioma, pero yo no (todavía). Así pues, la mala suerte con los horarios, mis pocas ganas y el hecho de que Ben ya había visitado Neuschwanstein en dieciocho ocasiones (ha ido tantas veces que se sabe la visita guiada de memoria y una vez hasta le ofrecieron trabajo como guía en español) hicieron que acabáramos por desestimar la visita al interior del castillo.
Aun así, emprendimos la subida para disfrutar del paisaje alpino y ver el magnífico edificio por fuera. Y sí, hay que subir una larga pendiente porque el aparcamiento y la taquilla están a un rato a pie del castillo. En realidad, hay tres opciones para subir al castillo de Neuschwanstein: la más económica es andando, aunque la cuesta es algo larga; la más cómoda es en autobús, pero ese día no funcionaba debido a la nevada; la más romántica es subir en los grandes trineos tirados por caballos que recorren el mismo camino que los transeúntes.
Subir a pie no fue muy agradable. No paraba de nevar y los visitantes a pie y los trineos de caballos teníamos que convivir en un camino en el que la nieve sucia por las pisadas se mezclaba con los excrementos de los animales. El romanticismo estaba más que a bajo cero.
Tras más de media hora de ascensión, llegamos por fin al mirador que hay casi a los pies del castillo. Allí todos nos peleábamos por un espacio para poder tirar una instantánea de Neuschwanstein, que se alzaba ante nosotros imponente e impresionante. Sin embargo, hay mejores lugares para hacer fotos del castillo. Ben nos comentó que el mejor lugar para disfrutar de la arquitectura del castillo era el puente de Marien. De un lateral del castillo sale un camino que llega hasta el puente, pero ese día estaba cerrado el acceso. Vimos a unos turistas orientales que hicieron caso omiso de la prohibición de pasar y saltaron la valla, pero nosotros decidimos hacer lo correcto e ir a buscar un camino alternativo cuesta abajo.
Antes de emprender el descenso hicimos una pequeña parada de avituallamiento. No pude evitar parar a comprar unas «Quarkbällchen» que vendían en un puesto. Son una especie de buñuelos fritos con queso Quark espolvoreados con azúcar glasé. Ben refunfuñó un poco y comentó que eso era colesterol puro, pero como mis niveles de colesterol ya habían vuelto a la normalidad, decidí darme un homenaje. Los «Quarkbällchen» son grasientos, pero también deliciosos y con lo calentitos que estaban, el frío que hacía y la nieve que no paraba de caer, entraron la mar de bien.
Cuando ya casi habíamos llegado al pie de la colina (cerca de la taquilla), encontramos por fin el desvío al puente de Marien. Esta vez íbamos solos por el camino y cada pisada en la nieve era como pintar el blanco lienzo del suelo. Los árboles colmados de nieve formaban un paisaje precioso y la calma era absoluta. Creo que fue uno de los mejores momentos del día, igual que las vistas desde el puente de Marien.
El castillo de Neuschwanstein fue construido por el rey Luís II, denominado el rey loco, ya que su megalomanía le dio por construir grandes palacios y castillos. Dicen que vivía en su mundo interior de fantasía y cuento de hadas, sin importarle dispendiar todo el dinero del país y tener miles de personas trabajando en condiciones penosas para satisfacer sus deseos. «No me extraña que un día apareciera muerto en el lago», me comentó Ben. «¿Has visto dónde está construido Neuschwanstein y la dificultad de poner esos cimientos y subir toda la piedra para construir el castillo justo encima de la montaña?». De todos modos, los románticos sostienen que Luís II murió ahogado al tratar de llegar a nado hasta la casa de su amada, la famosa Sissi Emperatriz.
Tras la panorámica desde el puente con nevada incluida, decidimos volver al coche e ir a comer alguna cosa. Nuestro anfitrión nos llevó al Monasterio de Andechs, situado a aproximadamente una hora de Neuschwanstein, para probar su famosa cerveza. Junto al monasterio hay una enorme cervecería donde hacerse con una mesa es bastante complicado. La cervecería es muy concurrida por los autóctonos y vimos a algunos de ellos vistiendo con orgullo el traje tradicional de Baviera. A diferencia de otras cervecerías que visitamos en el viaje, en la de Andechs hay que pedir la comida y la bebida en barras distintas y uno mismo se lo lleva a la mesa. Ben insistió en que probáramos el codillo, uno de los platos más famosos de la gastronomía bávara, pero justo la última ración se la llevaron delante de nuestras narices.
La cerveza Andechs estaba bastante buena, pero como el restaurante es de bufé y la comida debía llevar cocinada un rato, no estaba tan buena como en las otras cervecerías que visitamos. Aun así, fue una manera genial de finalizar la jornada.
Mientras saboreaba la cerveza pensé en voz alta lo que me comentó Laurel el día anterior sobre Neuschwanstein. Opinaba que era el castillo más sobrevalorado de Alemania y que hay otros más bonitos como el de Herrenchiemsee. Por su parte, Ben comentó que el de Linderhof era mucho más espectacular por dentro. A mí Neuschwanstein me pareció increíble, especialmente por la ubicación y lo espectacular de su construcción, pero es evidente que tendremos que volver y explorar los otros para valorarlo mejor.
Datos de interés:
1. Para llegar al castillo de Neuschwanstein podéis ir en tren desde Múnich hasta la estació de Füssen. Desde allí, los autobuses 73 y 78 os dejarán en las taquillas de los castillos.
2. La entrada a Neuschwanstein cuesta 11€. También podéis visitar el castillo del padre, Hohenschwangau, por 12€ y el museo de los reyes bávaros por 9,5€. Si os interesa visitar diversos castillos durante vuestra visita, es recomendable adquirir el bono para 14 días para visitar Palacios Bávaros por 45€.
Encontraréis más información sobre el castillo de Neuschwanstein en los relatos de Viajes Chavetas, Locos por los viajes, Mis viajes por ahí y El rincón de Sele.
Qué fotos tan bonitas y qué excursión tan especial con la nieve. He estado muchas veces en Alemania pero todavía no he visto el castillo. La pena es que no pudisteis ver las vistas con el día que hacia..
Gracias por compartirlo y enhorabuena por el blog!
Saludos
…y la ilusión que me hizo la visita??? 😉
Qué valor subir al castillo andando con la nevada!!! :-O Yo subí en bus! Muy bonito el paisaje nevado!!
Por cierto, gracias por el enlace a mi blog.
Un abrazo
Quin paisatge tan diferent de quan hi vaig anar l’estiu passat! És espectacular tot nevat!
A mi em va agradar l’interior de Neuschwanstein, sobretot la sala bizantina. Hohenschwangau també és interessant. A Hohenschwangau Ludwig II tenia un telescopi per controlar com anava la construcció de Neuschwanstein. Ludgiw II era tot un cas, només feia que construir-se castells por ahí que quedaven a mitges i al final no els va arribar a gaudir… i així va acabar l’home!
He visto la foto antes en facebook tuya y me ha encantado, el post también.
Saludos viajeros
El LoBo BoBo
Me encanta este castillo y aunque he estado al lado no he tenido la oportunidad de visitarlo todavía. Espero poderlo hacer pronto ya que me encantaría verlo en persona y por supuesto entrar ya que me gusta perderme por el interior de los castillos. Qué paisajes más chulos!!! Un abrazo!!! 😉
La verdad que este castillo es una pasada! Tenía muchas ganas de conocerlo y el año pasado estuvimos por allí, con menos nieve, eso sí…
Nosotros nos colamos por el camino que estaba cortado… pero como todo el mundo lo hacía… Y sobre lo de no entrar, te digo que si tienes la oportunidad de nuevo, que entres. No es que sea nada del otro mundo, pero al no esperarme mucho del interior, finalmente me encantó. El recorrido eso si se me hizo muy corto, pero muy bonito todo.
Por cierto… He estado leyendo hace poco sobre Luis II y ya me acabo de hacer un lio. Por lo visto construyó los castillos con dinero propio sin tocar los del estado… por eso llegó a arruinarse no??
Menudo frio, madre mia!! Pues este verano estaremos por allí y vamos con niños asi que andando como que no!! No se los demás pero me encanta este castillo!! Un abrazo
El castillo de Mariemburg en Baja Bajonia es espectacular también ,no será tan espectacular lo reconozco.
En gastronomia debieron probar las Klosen que son típicas de la región.