Proseguimos con los relatos del viaje a Uganda, en esta ocasión tras el largo camino de Kampala al parque, iniciamos el safari por el parque nacional Queen Elizabeth.
Aquellos días recuerdo que tuve despertares poco usuales. Dos días antes, en Kampala, me había puesto la crema hidratante sobre las gafas, el día anterior me había metido en la ducha con ellas y esa mañana me caí de la litera superior para aterrizar estrepitosamente sobre el suelo ante la estupefacta mirada de nuestros compañeros de cuarto.
Después de un despertar tan doloroso, pusimos rumbo al parque nacional a las seis y media de la mañana. Durante las horas nocturnas, al alba y al atardecer es cuando hay más actividad en el parque. Y así, nada más salir a la carretera, vimos una manada de elefantes a lo lejos. Ese primer encuentro nos hizo presagiar que íbamos a ver muchos animales ese día.
El Queen Elizabeth National Park tiene una extensión de 1978 m2 y es el segundo parque natural más grande de Uganda, por detrás de Murchison Falls.
Las especies más abundantes son los búfalos, los antílopes y el facoquero común (alias Pumba). Durante cuatro horas, exploramos las llanuras de Kasenyi acompañados por Jackson, un ranger de la UWA que nos iba explicando curiosidades sobre la vida salvaje del parque. Nos explicó que en esos momentos solo había 200 ejemplares de león, por lo que era muy complicado verlos, igual que los leopardos.
Seguimos adelante hasta llegar al lago George. En la orilla había una pequeña población que vivía de la pesca. Cuando llegamos, los pescadores estaban preparando sus redes para ir a pescar tilapias mientras una manada de unos veinte hipopótamos retozaban en el agua tranquilamente. Jackson nos explicó que recientemente había habido una epidemia de ántrax y, por tanto, el número de ejemplares de estos enormes animales se había reducido considerablemente.
En el Queen Elizabeth NP no hay jirafas, ni tampoco cebras (para ver cebras tuvimos que esperar hasta el viaje a Botswana), pero sí pueden observarse numerosas aves en el sector norte. Por ejemplo, vimos bastantes grullas coronadas, el ave que es el símbolo nacional de Uganda y que aparece en la bandera del país.
De vuelta al hotel, volvimos a toparnos con la manada de elefantes, pero esta vez, y ante nuestro asombro, decidieron cruzar la carretera a solo unos metros de distancia de nuestra furgoneta. Jackson nos explicó que es difícil llevar un censo de los elefantes que hay en el parque porque no paran de moverse entre Uganda y la República Democrática del Congo, cuya frontera estaba situada a escasamente a 35 kilómetros de nuestro hotel.
Tras la comida en el hotel, regresamos a la furgoneta para hacer una excursión en barca por el canal de Kazinga. Este canal une el lago George con el lago Edward y durante el trayecto pueden verse los animales del parque haciendo vida en el agua.
Zarpamos en cuanto el bote se hubo llenado de otros grupos de visitantes. Nos acompañaba Nelson, otro ranger de la UWA que nos fue explicando singularidades del parque y de los animales que nos íbamos encontrando. Vimos muchos búfalos e hipopótamos, y muchos tipos de aves. De hecho, Nelson nos explicó que Uganda es el paraíso de los amantes de la ornitología, porque el país alberga el 50% de las especies de todo el mundo. Algunas veces pueden llegarse a ver elefantes, leones y leopardos en el canal, pero no fue así aquel día.
De todos modos, fue todo un espectáculo ver los hipopótamos en el agua. Vimos a uno con su cría y otros que, de golpe y porrazo, aparecían al lado de nuestra barca y expulsaban agua por los enormes orificios de la nariz. Cuando llegamos al lago Edward, en la orilla había una congregación de cormoranes y algunos pelícanos. Nos explicaron que los pelícanos estaban merodeando alrededor de los cormoranes para robarles los peces en un despiste. ¡Menudos ladrones!
Al finalizar el crucero de casi dos horas, Nelson concluyó con esta frase: «Hoy habrá gente feliz, gente satisfecha y gente decepcionada, pero esto es lo que la naturaleza tenía para ofrecernos ese día». Nosotros pertenecíamos a la parte feliz.
Al caer la noche, llegó la hora de cenar. El menú del restaurante era fijo y esa noche nos sirvieron curry con patatas y arroz, que estaba bastante bueno. Tras la cena nos sentamos junto a la fogata para contemplar las estrellas y charlar un rato. Esa noche éramos los únicos huéspedes, pero se unieron a nosotros unos ugandeses que estaban trabajando en el hotel, haciendo reparaciones. Hablamos de la situación política del país, sobre la corrupción, sobre la cantidad ingente de recursos naturales que tiene el país. Nos explicaron que el presidente de Uganda, Yoweri Museveni, llevaba en el cargo desde 1986 y que lo único que había aportado al país era estabilidad, que no es poco, pero que casi todo el dinero que llegaba de inversiones extranjeras se lo quedaba él y los suyos. Al parecer, la gente mayor le seguía votando porque era el presidente menos malo de los que había tenido el país hasta la fecha, pero que la gente joven ya estaba harta.
Más tarde, uno de los empleados nos preguntó qué diferencias veíamos entre España y Uganda. Nos quedamos un poco a cuadros porque no sabíamos bien por dónde empezar. Sin embargo, a Isabel le salió del alma decir que el transporte público en España era mejor, lo que fue una manera de salvar la papeleta sin entrar en un nivel de detalle que podría haber entristecido a nuestros interlocutores.
La conversación bajo el cielo estrellado siguió animadamente y fue una gran manera de acabar el día. Sin embargo, el safari no terminó aquí, y al día siguiente nos esperaban muchas más actividades interesantes en el Queen Elizabeth National Park.
Datos de interés:
El safari de cuatro días y tres noches en el Queen Elizabeth NP nos costó 350$ con Red Chilli Hideaway (actualmente son 400$).
Para más información no dejéis de leer la guía resumen del viaje a Uganda de 15 días por libre.