Esa mañana era nuestro último día en Shekhawati y nuestro último día con Mahendra. Por la noche no habíamos dormido nada bien porque Sonia seguía con una tos que sonaba muy mal, a pesar del jarabe y los Strepsils que se había comprado el día anterior. A pesar de todo, nos levantamos con la calma y desayunamos.
Mahendra nos había preparado un paseo por Thelasar para enseñarnos cómo era la vida en la India rural. Lo primero que hicimos fue ir andando unos cinco minutos hasta la casa del empleado de Vijey en la guest house. Allí nos recibió su mujer, que estaba haciendo mantequilla. Mahendra nos explicó que el pueblo básicamente vivía del ganado y de los productos derivados. Por ejemplo, por un kilo de mantequilla, que se tardaba horas en hacer manualmente, se cobraba unas 400 rupias.
Tras la visita, volvimos a la guest house a buscar el coche para ir al pueblo. Una vez allí, fuimos a ver varios artesanos que se dedicaban a teñir y estampar manualmente las típicas telas de los punjabis y los saris. En medio de la calle podías ver las telas secándose al sol y los restos del tinte químico por el suelo.
Para acabar la visita por el pueblo, Mahendra nos llevó a un taller donde hacían las típicas pulseras que se ponen con los saris. Lo que más me sorprendió es que las hacían moldeando un plástico con el calor e incrustando las piedras en ella. Después, cuando se enfriaban, las pintaban y las envolvían con una bolsa de plástico. Nosotras, cómo no, aprovechamos la parada para comprarles varias pulseras. Hubo un momento de locura colectiva compradora, que creo que los artesanos agradecieron bastante. Nos fueron sacando diferentes modelos, con tamaños y colores diferentes, hasta que al final compramos como unas 20 entre todas.
medio día cuando volvimos a la guest house a recoger nuestras cosas para meterlas en el coche y poner rumbo a Jaipur. Nos prepararon unas tortas de verduras para comer en el camino y Vijey se subió en el coche con nosotras, porque él volvía a Bikaner y lo dejaríamos de camino en la estación de autobús.
Cuando llevábamos una media hora de camino, Mahendra paró en otro pueblo de Shekhawati del que no recuerdo el nombre. Allí visitamos uno de los pozos más impresionantes de la zona y visitamos una haveli. Vijey pidió permiso para que pudiéramos entrar en la casa y, nada más poner un pie, el hijo pequeño de los propietarios, que tendría escasamente un año, se puso a llorar como si hubiera visto a tres fantasmas. «Sois los primeros turistas que ve», nos dijo Vijey. Pobrecillo, menudo susto que se llevó.
Subimos a la azotea para contemplar las vistas de la ciudad y vimos que allí varios chicos estaban haciendo volar sus cometas. Me preguntaron si quería probar, y me animé, aunque con cierto escepticismo. Era la primera vez que hacía volar una cometa y la verdad es que tampoco le encontré la diversión. «¿Lo estoy haciendo bien?», le pregunté sin saber bien qué era lo que tenía que hacer. Él contestó que muy bien, pero le devolví la cometa porque el kiting no es lo mío.
Volvimos al coche y entonces sí pusimos rumbo a Jaipur. Teníamos por delante unas cuatro horas de coche, así que nos pusimos cómodas. A medio camino, Vijey se bajó para coger el autobús hasta Bikaner y volvió a insistirnos a Sonia y a mí que fuéramos a la feria del camello que se celebraba en Bikaner en unos días, que seríamos sus invitadas especiales y que no tendríamos que pagarle nada por la estancia.
La verdad es que la idea nos tentó mucho, porque había leído que la feria del camello de Bikaner es mucho mejor y más auténtica que la de Pushkar, pero sacrificar nuestros días de descanso en Bundi, y más sabiendo el estado en el que se encontraba Sonia, no era lo que más nos apetecía en ese momento.
Además, para acabar de decidirnos, Sonia me dijo: «Me encantaría, pero tres días más de hospitalidad india y tengo que volver a casa en caja». Le dimos las gracias a Vijey por la invitación y le dijimos que si Sonia se recuperaba a tiempo, le diríamos algo.
A la vuelta, fui todo el rato en la parte delantera hablando con Mahendra, sobre la vida aquí y en la India, sobre los negocios y sobre cómo he acabado haciéndole una web. La que tenía tiene tantas faltas y tantos textos en inglés, que me he prestado a hacerle una nueva para que así el negocio le vaya aún mejor. Finalmente, llegamos a Jaipur a las cinco de la tarde. Aún era de día y Mahendra nos acompañó hasta el hotel. Nos despedimos de él con un «hasta dentro de unos días», ya que nos había invitado a cenar en su casa en Jaisalmer.
Entramos en el hotel y nos sorprendió muy gratamente. Nos alojamos en el H.R. Palace, un hotel con habitaciones muy amplias, limpias y cómodas. Además, tenía servicio wi-fi gratuito y un ordenador con conexión a Internet. Dejamos las maletas y fuimos a buscar un tuk-tuk para dar una vuelta por el centro. Al conductor le señalamos en el mapa de Jaipur un punto cualquiera donde empezaba la muralla y allí nos llevó.
Al bajar, estuvimos deambulando por unas calles comerciales, comprando algunas cosas de necesidad básicas y Mireia aprovechando sus últimas horas en India para comprar algún que otro recuerdo para llevar a casa. Estuvimos unas cuantas horas caminando sin rumbo fijo. Las calles estaban llenas de gente que iba y venía, de paradas de comida y gente pidiendo limosna. En las grandes ciudades es donde más se nota la miseria.
Se hizo de noche y buscamos algún tuk-tuk que nos llevara a un restaurante donde pasar nuestra última cena las tres juntas. El problema que nos encontramos es que todos nos pedían una barbaridad por llevarnos a cinco minutos de distancia, y no había manera. Así que, al final, caminamos un poco y entramos en un restaurante familiar. Nos acompañaron a una sala y allí nos dieron la carta. Los nombres estaban escritos en alfabeto romano, pero no había ninguna explicación de qué era cada plato. Le preguntamos al camarero y cómo no, nos respondió sin saber qué le estábamos preguntando. Al final, le hicimos un pedido que resultó ser dos platos de arroz hervido con comino y un curri de cordero. Aparte de la poca higiene del lugar, le tuvimos que sumar lo mala que estaba la comida. Comimos un poco y nos fuimos. Esa noche queríamos haber disfrutado de una cena memorable, pero acabó siendo un tanto desastrosa.
Cerca del restaurante, encontramos un tuk-tuk que por un precio razonable nos llevó al hotel. Al llegar, el gerente me pidió que pidiera qué quería desayunar día siguiente para tenerlo preparado a la hora que le habíamos indicado. Subí a la habitación y Sonia y Mireia se estaban probando los saris. Era la última noche que pasaríamos las tres juntas en la India, ya que al día siguiente Mireia volaba a Delhi.
Datos de interés:
1. Hotel H.R.Palace. Habitación triple con desayuno: 1.750 rupias (27,80€)
2. Mahendra Singh, no me cansaré de recomendarlo. Desde mi punto de vista, la mejor manera de visitar el Rajastán es con conductor, ya que te olvidas de las maletas y de los horarios. El precio depende de las personas, el tipo de coche y el itinerario. Aquí os dejo su contacto por si quereis pedirle presupuesto: msshayam93@gmail.com
Ha tenido varios momentos curiosos esta jornada, un momento consumista con las pulseras, otro de descubrimiento con las cometas (sin mucho entusiasmo), después para finalizar la despedida jeje
Intentaré no caer en ese restaurante familiar, que vistas tus referencias, es mejor huir de él xD
No hay foto las 3 con los saris? pero bueno … jaja
Muy chula la entrada como siempre.
Saludos!!!
¡Que viaje más auténtico! A saber lo que pensaría el chiquillo ese al veros entrar, jejeje
Una pena lo de la cena, hubiera estado bien una despedida a lo grande…
Un genial relato, como siempre.
Saludos 😉
Que vivencias Isabel!! Me apunto la idea esa de pillar un chofer, debe ser muy cómodo. Geniales fotos, como siempre!
Felicidades por tus relatos de este gran viaje.
Un abrazo
Es un país genial, de infinitos e intensos colores!!! Buenos consejos!
Ja vec que us ho vau passar molt bé. M'alegro que la Sonia no hagués de tornar en caixa, ara bé, un altre cop te la deixes a casa……..jajaja
Sembla molt recomanable el Mahendra, ho tindré en compte si algún cop ens pega per visitar el Rajastan.
Petons!!
Coger un chófer para trasladarte por varios sitios es muchas veces la mejor opción. Nosotros en El Cairo cogimos un taxi para nuestras excursiones por allí.
Saludos
Que viaje tan bonito parece; yo nunca he decidido recorrer ciudades de la India; pero me parecian poco interesantes. Pero ahora al ver tus fotografias y leer tus relatos, no descartaria el lugar como posible destino turistico.
Hola José Carlos,
Pues no hay foto de las tres con el sari porque el mio no estaba hecho. Quiero decir que no tenía la blusa y no era plan de hacersela en top-less! XD
Hola Helena,
Yo creo que se llevó el susto de su vida! XD Entiendo que debe ser raro que entren unas desconocidas y encima que no se parezcan en nada a su família.
Hola Fran,
Lo de pillar chófer en India es una gran idea. Quizás lo ideal no es tenerlo todos los días, pero la gran parte lo cierto es que te quita mucho cansancio de encima.
Hola Ibn,
Doncs sip, com li deia a Fran és una molt bona idea agafar un xòfer i més si és Mahendra. Ja saps que ell sempre intenta tenir als clients contents! XD
Hola M.C.
Nosotros en El Cairo fuimos con taxistas pero nunca con el mismo. Un día si que contratamos a uno todo la mañana para ir a Saqqara, pero el resto de días no.
Muchas gracias a todos por vuestros comentarios! ^^
Buenas Isabel! que casi me dejo este relato retrasado…
Yo vi como se hacían esas pulseras en Jodhpur, en unos talleres cercanos a la plaza del reloj. Después de verlo, da cosa regatearles unas rupias…
Mañana estaré atento a Jaipur, que para mi fue uno de los mejores lugares de India.
Un abrazo!
Pufff, me ha encantado, no podía dejar de comentar, jeje…
Se lo he mandado a unos cuantos amigos, pedazo de post!