Para esa mañana contratamos otro tour «diferente» con Via-Via. Consistía en visitar en bicicleta un típico pueblo javanés. Al principio, pensaba que sería una farsa y que nos acabarían llevando a talleres para vendernos batiks o plata, muy populares en la zona, pero, a pesar del recelo, decidimos darles una oportunidad.
A las 8 en punto Lifti, que sería nuestra guía, nos acompañó a buscar las bicicletas y nos pusimos en marcha. Fuimos pedaleando unos veinte minutos por las bulliciosas calles de Yogyakarta en dirección a las afueras, hasta que giramos a la derecha por una calle y empezó el campo. De repente, estábamos pedaleando por caminos poco transitados, rodeados de campos de arroz y casas bajas y animales de granja corriendo por allí. El leitmotivde esta visita guiada era conocer cómo es la vida en Java. La vida de la gente normal, fuera del turismo. Lo que más me gustó fue que íbamos pedaleando por los campos y, si veíamos a alguien trabajando la tierra o haciendo alguna actividad, la guía les pedía permiso para entrar y nos explicaba el proceso que seguían.
Básicamente, la mayoría de la gente se dedica al campo o a la manufactura de productos. La primera parada la hicimos en un taller de krupuk, que es un pan de gamba (parecido al que sirven en los restaurantes chinos de aquí) y que allí sirven con casi todas las comidas. Nos enseñaron que había dos tipos: el plano, que era de harina de de gamba, y el ondulado, que se hace con harina de sardina. Nos estuvieron explicando el proceso desde el principio y vimos en las penosas condiciones en las que trabajaban. Era una empresa familiar y de los beneficios vivían varias familias.
Al salir del taller, seguimos pedaleando en dirección al «banco» del pueblo. Lifti lo dijo entre comillas y no nos quiso explicar más, pero antes de llegar allí, vio a un señor haciendo ladrillos y le preguntó si podíamos pasar para ver cómo los hacía, a lo que accedió sin ningún problema. Los ladrillos los hacía con barro y normalmente alquilaba un trozo de tierra a alguien donde trabajaba una temporada con la condición de no excavar más de 80 centímetros para que la tierra no quedara dañada de cara a futuros cultivos. La tarea parecía sencilla, iba al terreno que tenía el barro preparado con agua, lo ponía en un molde, lo rellenaba, presionaba bien para que no quedara aire, ponía un poco de agua para nivelar las formas y seguía con el proceso. El hombre era una máquina. En una jornada llegaba a hacer 600 ladrillos y, como el negocio era suyo, (básicamente estaba él solo trabajando) dependiendo del día o del clima hacia más o menos.
Después de ver el proceso de los ladrillos, fuimos al banco, que resultó ser un banco de vacas o establo. Para los propietarios de los animales que no tienen espacio en sus casas, le alquilan uno al propietario del banco, que suele ser el jefe del pueblo. Nos contó que había unos 28 propietarios de animales que se turnaban cada noche para vigilar que no les robaran o les incendiasen el banco. Si esto sucedía, tenían un sistema de alarma que consistía en un cuerno de madera, con el que podían pedir ayuda al resto de los vecinos del pueblo.
Cerca del banco había un pequeño cementerio. Una de las cosas que nos contó Lifti es la tolerancia que hay entre las distintas religiones que se siguen en la ciudad. Un ejemplo de ello era el cementerio, donde allí se enterraba a todo el mundo del pueblo sin importar la religión, así que en la misma tierra te encontrabas a un musulmán, a un cristiano, etc. Incluso las ceremonias las hacían juntos.
Seguimos pedaleando. Eran las diez de la mañana y hacía un calor insoportable. Pasamos junto a un campo de arroz donde estaban recolectando y, tras pedirles permiso, fuimos a ver cómo lo hacían. Las mujeres se encargaban de segar el arroz y llevarlo atado en unos fajos a la espalda donde estaban los hombres. Allí cogían un ramillete y le atizaban unos golpes contra una madera para así desprender el grano de arroz. Todo manualmente y bajo un sol y un calor insoportables… desde luego que nunca más volveré a quejarme de mi trabajo.
Seguimos pedaleando un rato hasta llegar a un pequeño taller donde secaban el arroz y luego lo pasaban por una máquina para quitarle la vaina, con lo que vimos todo el proceso completo de la producción de arroz. Tras visitar este taller, volvimos a las bicicletas para ir a una casa donde fabricaban tempe, que es una masa de judía de soja fermentada con ajo que se suele comer frita. Para prepararlo, hay que poner un montoncito de semillas de soja, que el día anterior habrán estado en remojo, sobre una hoja de platanero y un trozo de papel de periódico. Se cierra haciendo un saquito y se deja fermentar dos días.
Al salir de la casa, nos sentamos bajo la sombra de una especie de palapa y allí nos dieron a probar tempe goreng, además de varios dulces y empanadillas típicas que tenían muy buena pinta pero que rechacé educadamente siguiendo mi nueva política de precaución alimentaria. Y allí, tomando el fresco, estuvimos charlando y contemplando los campos de arroz , aunque yo estaba medio mareada por el calor y la humedad que hacía.
Volvimos al hotel cuarenta minutos más tarde de la hora prevista, ya que, teóricamente, la excursión era de 8 a 12h). Nos zambullimos en la piscina para refrescarnos y reponer fuerzas y en una hora nos vinieron a buscar para llevarnos a Borobudur. Era lo que nos quedaba por ver en Yogyakarta y, como al día siguiente nos íbamos de la ciudad, teníamos que aprovechar al máximo el día. Así que en el mismo hotel contratamos el traslado con una agencia local.
Llegamos allí a las tres y cuarto con la esperanza de que no hubiera mucha gente y que no lloviera. Fuimos a la taquilla para extranjeros, donde decidimos contratar un guía oficial por 75.000 rupias, y Pa Budi nos acompañó hasta las ruinas.
A primera vista, Borobudur es descomunal. Es enorme, tiene unas dimensiones de 180 x 180 metros y cuatro plantas. Pa Budi nos explicó que fue construido entre el 750 y el 850 después de Cristo. Borobudur no es un templo budista, sino un monumento budista y el más grande del mundo. Está concebido como un mandala tridimensional (visto desde arriba) y es simétrico por sus cuatro lados. El nivel inferior se decoró con bajorrelieves, pero poco después se cubrió con un refuerzo de piedras porque los arquitectos creyeron que no soportaría el peso. Luego, durante la invasión japonesa, un general quiso destapar un trozo porque había oído rumores de que los bajorrelieves eran pornográficos, pero mira, se llevó un chasco el pervertido.
Los relieves del primer nivel representan los vicios humanos y las necesidades materiales que nos apegan a la tierra, a lo mundano. El siguiente nivel cuenta la historia de cómo Siddhartha alcanzó la iluminación y se convirtió en Buda. Tras llegar al Nirvana (después de haber vivido quinientas vidas cinco veces en cinco formas, incluyendo formas animales como la de un pájaro) volvió a la tierra para ayudar a otros a alcanzar el Nirvana. La versión del budismo que se sigue en indonesia contempla la posibilidad de que cualquiera puede llegar a convertirse en Buda, que por lo visto en la mayoría de países budistas no es así.
Al llegar a la última planta, Pa Budi nos dijo que diéramos tres vueltas alrededor de la gran estupa que corona el monumento, y las empecé a dar, pero en la primera me entretuve tanto contemplando las decenas de estupas que me rodeaban y el paisaje, que para recuperar el tiempo perdido hice las otras dos vueltas casi corriendo y me mareé.
A pesar de que en temporada alta llegan a haber 90.000 visitantes diarios, nosotros tuvimos la suerte de visitar el monumento casi solos. Así que, en soledad, me dediqué a divagar entre las estupas, espiar por sus agujeros a los budas que había en su interior y a disfrutar de la puesta de sol.
Esos últimos momentos fueron los que más disfruté de toda la visita, la charla con Pa Budi al fresco contemplando la silueta del volcán Merapi (volcán que días más tarde entró en erupción para susto de nuestros familiares, a pesar que en esos momentos nos encontrábamos en Bali). Aun así, mientras visitábamos Borobudur, parece ser que la población ya había sido puesta en alerta, pero la gente que tenía sus casas a los pies del volcán se resistió a dejarla hasta el último momento por miedo a perder sus pocos animales o de que algún ocupa se les metiera allí y lo perdieran todo.
Volvimos al hotel para acabar de cerrar los flecos de nuestra siguiente etapa. Al día siguiente, dejaríamos Yogyakarta con ganas de habernos quedado un día más y podernos perder por sus calles.
Datos de interés:
Excursión en bicicleta por un pueblo javanés: 95.000 rupias (7,8€) contratada en Via-Via.
Renzo Cafe. Jalan Prawirotaman. Sándwich club: 36.000 rupias (3€), sándwich de queso: 26.000 rupias (2,1€).
Traslado a Borobudur: 75.000 rupias (6,15€) salida a las 14h.
Borobudur: Entrada 15$/135.000 rupias (11€), estudiantes: 8$/72.000 rupias (6€). Visita guiada: 75.000 rupias (6,15€).
Restaurante ASRI. Jalan Prawirotaman, 29. Kolokee (pollo agridulce): 22.000 rupias (1,8€), nasi rawon: 25.000 rupias (2€). Zumo de piña: 6.000 rupias (0,50€).
Hotel Duta Guest House. Habitación doble con baño, ventilador y desayuno incluido: 325.000 rupias, -10% de descuento: 292.500 rupias (24€).
Encontrarás más datos en la mini guía del viaje a Indonésia. ¡No te la pierdas!
¡Qué día más completo! Y qué bonitas las visitas… La verdad es que tiene muy buena pinta la excursión en bici que comentas, para ver el día a día de la gente de allí y meterte en situación.
Un saludo
Hola Helena!
La verdad es que la excursión en bicicleta por el pueblo fue una de las cosas que más me gustó del viaje. Lo malo es que hacia mucho calor y hacia el final de la excursión no podía con mi alma. La visita a Borobudur también fue muy especial!^^
Me encantan las fotos de los niños y niñas.
Espectaculares el resto.
Me ha encantado este parte del viaje. El primer tour en bicicleta ha estado muy bien… y me he puesto a mirar la pagina donde lo contratasteis y pa chasco… se hace en ingles 🙁
Por lo que veo has aprendido alguna lección desde méxico con las comidas jejejeje.
Un saludo!
Hola Victor,
Pues sí, todo se hacia en inglés. La verdad es que allí los guías en español creo que no abundan mucho, aunque lo cierto es que tampoco lo miramos. Saber bien inglés te abre muchas puertas cuando estás viajando.
Si, si, desde México he aprendido la lección y solo como en sitios que creo que tienen cierta garantía sanitaria y no he vuelto a tener problemas con el estómago ni en Indonesia ni en Marruecos… a ver si tengo la misma suerte en la India…
Hola Paco,
Es que eran monísimos y las madres súper orgullosas de que quisiera hacerles fotos…
Fer cicloturisme a Indonèsia deu ser tant xulo, entre els camps d'arròs…
M'ha impressionat Borobudur! En persona deu impressionar encara més! I si a sobre et trobes amb la posta de sol, ja deu ser massa 😉
I els nens són una monada, quines carones 😀
Estoy con Paco, me encantan las fotografías de los niños… Aunque las demás no tienen nada que envidiarles a las otras! Son todas preciosas!!
Menuda paliza q os distéis ese día, no??? Pero es como hay que hacer para aprovechar los viajes!
Saludos
Hola Míriam!
Doncs si anar en bici va ser molt wais, però vaig portar molt malament la calor, perqué cap a les 10 crec que deuriem estar a uns 38º graus (o a mi m'ho va semblar per la humitat).
Borobudur va ser molt xulo perqué quasi no hi havia gent, però si torno aniré a veure sortir el sol, que també deu ser flipant! 😀
Petonets!
Hola MC!
Si, siempre me olvido que estoy de vacaciones!!! XD Pero era el último día en Yogyakarta y teníamos que aprovecharlo.
Un saludo,
Menudo día más completo, por la mañana esa ruta en bici para ver el pueblo típico javanes y luego por la tarde Borobudur, eso se llama invertir bien el día y hasta tuvisteis tiempo de daros un chapuzón jaja
Preciosas fotos como siempre, eso si esta vez que leo el relato con el estomago lleno, no hay fotos de comida, yo que iba preparado 🙁
xDDDD
Saludos 😉
Je, je! Con tantas prisas ese día solo nos dió tiempo a comernos un bocadillo y he pensado que la foto tampoco valia la pena… 😀
Un saludo,
Qué reportaje tan bonito! Quiero tener un día igual al tuyo. Es interesante ver en qué se ocupa la gente fuera del turismo y que ellos mismos te cuenten lo que hacen, como el señor delos ladrillos.
Hola Ines!
La verdad es que fue todo un acierto encontrar la agencia Via-via, porque tuvimos la oportunidad de conocer un poco más afondo la vida en Java. En Bali no encontramos ninguna agencia parecida y la verdad es que nos perdimos mucho.
Y si, el señor de los ladrillos una máquina.
Un saludo,
Hola Isabel! me gustaría saber si negociasteis el precio de las excursiones con viavia o tenían precio fijo? Estoy mirando el precio de las excursiones y veo que en la web es algo más alto de lo que os costó a vosotros, no sé si se debe a que han subido o es que debemos negociarlo. Gracias!
Hola Eva.
No, el precio era fijo. Cuando fuimos las excursiones de Via-Via eran más caras que la del resto de sitios, pero estas eran más chulas, menos turísticas. Es posible que el precio haya subido ya que fuimos hace tres años. 🙂
Un saludo,