Esa mañana fuimos en taxi hasta el monasterio de Santa Catalina. Como de costumbre, después de desayunar nos vino a buscar el taxi. De Tarabeen hasta el monasterio de Santa Catalina hay unas dos horas más o menos. Normalmente lo que hace la gente es ascender al monte Sinaí de noche para ver el amanecer y después bajar para estar a las 9 am en el monasterio que es cuando abren. Lo que pasa es que yo estaba muy cansada y no me vi con ánimos ningún día y finalmente decidimos ir solamente a visitar el monasterio.
El monasterio de Santa Catalina se remonta al 330 d.C. cuando la emperatríz Elena mandó construir una pequeña capilla y refugio fortificado para los ermitaños del lugar. El enclave escogido fue donde se supone que había estado la zarza ardiente a través de la cual Dios habló con Moisés. De hecho se supone que la descendiente de esa zarza aún se conserva en el monasterio.
Sobre la visita al monasterio de Santa Catalina solo os contaré que fue bastante decepcionante. Como el monasterio todavía está en activo, la mayoría de las instalaciones no se pueden visitar y la parte abierta al público es muy pequeña. Considerando lo que pagamos y el tiempo que empleamos en llegar allí me pareció una pérdida de tiempo, tanta, de hecho, que hasta me cogió mal cuerpo. ¿Era por la visita? ¿O por la madre beduina que estaba gritando a su hijo de tres años porque este no insistía a los turistas para que le dieran limosna? Curiosamente en tres semanas solo vi a tres personas pidiendo en todo el país, lo que me pareció poco para ser un país pobre. Le di un chupa-chup al niño beduino y nos fuimos a buscar al taxista.
Al llegar al hotel salió a recibirnos Samer y le dijimos que la visita había sido bastane frustante. Nos comentó que Santa Catalina era de lo más flojo de la zona, pero que aun así se tenía que ver por la história y los mitos. Comimos y nos tumbamos en la sombra a reposar la comida. No me encontraba bien, pero no sabía qué tenía, solo que estaba muy empachada y me dolía un poco la barriga, nada fuera de lo normal, me pasa cada vez que me doy atracones y en Egipto me di unos cuantos.
Me fui a la habitación para descansar en la cama viendo la tele cuando pasó lo que había estado temiendo durante todo el viaje. Pillé una gastrointeritis y me puse bastante mala. Había contraido el «mal de Tut» que es como metafóricamente se llama a la gastrointeritis que se suele coger en Egipto. ¿Qué lo había provocado? ¿Quizás el té en el vaso conchambroso de la beduina de Petra? ¿Algo que comí? ¿O quizás el hecho de que mi cerebro se estaba empezando a preparar para lo inevitable? Las vacaciones llegaban a su fin y yo me puse mala solo de pensarlo…
Las normas básicas para evitar el mal de Tut son:
1.No comer nada que no esté cocinado previamente.
2.El agua que sea embotellada, la del grifo solo para ducharse.
3.Las bebidas sin hielo y embotelladas o en lata.
4.Lavarse las manos bien antes de comer.
5.No beber zumos naturales.
6.siempre que se toque dinero lavarse las manos después.
Pero estas normas no son nada fáciles de seguir y al final la única que me tomé en serio fue la de beber agua embotellada, lavarme bien las manos antes de comer y sobre todo después de tocar dinero. Viendo el aspecto de algunos billetes uno puede imaginarse que estos son portadores de hasta el tifus.
Por suerte, había comprado una caja de Antinal en Luxor antes de zarpar por recomendación de Mara. El Antinal es un antiséptico intestinal de amplio espectro que trata la bacteria egipcia que provoca la gastrointeritis y la diarrea. Es altamente recomendable comprar un par de cajas de Antinal en cualquier farmacia en cuanto se pone un pie en Egipto. Porque, como en mi caso, el dichoso virus te puede pillar en el rincón más remoto del país.
En el hotel me prepararon un remedio beduino que consistía en una infusión de marmaría y, medio fibrilando, me quedé dormida mientras rogaba con todas mis fuerzas que se me pasara el mal y no me amargara las dos horas de coche que había de Tarabeen al aeropuerto de Sharm el Sheik, ya que al día siguiente volábamos a El Cairo.
A tener en cuenta:
En serio, nada más llegar a Egipto hay que comprar un par de cajas de Antinal porque los medicamentos que se llevan desde España estan diseñados para contraatacar los virus nacionales, pero poco pueden hacer contra los egipcios. Si te da diarrea se tienen que tomar dos capsulas de golpe y luego una cada 4 horas durante 4 días. De hecho, como me dio al final del viaje me compré otra caja de Antinal por si las moscas.
El monasterio de Santa Catalina abre de 9 a 12 del mediodía todos los días excepto los jueves, sábados y fiestas religiosas. La entrada se compra al entrar a la zona del protectorado en una caseta que hay en medio de la nada.
Datos de interés:
Taxi de Tarabeen hasta Santa Catalina y vuelta: 450 L.E. (56 euros)
Entrada al protectorado de Santa Catalina: 3 dólares
Eiii, menys mal que et va passar al final del viatge, encara vas tenir sort 😀 Tot i que llegint l'entrada anterior, vaig pensar: "aquest tè… no te gaire bona pinta"! 😀
Petonets wapa!
Je, je! És justament el que vaig pensar quan me’l van oferir, però al final vaig dir “de perdidos al rio”… Igualment jo crec que va ser el fet de pensar que les vacances s’acabaven el que em va fer posar malalta! 😛
Jo crec que el "mal de Tut" està provocat pels faraons, emprenyats perquè es profanen les seves tombes… 😉
Je, je! Es probable! Encara que jo crec que és més pel tema de la higiene i l’alimentació… 😛
Dios, me pongo malo viendo todo lo que pones, jajaja, Creo que voy a dejar de seguir este blog.
Enhorabuena por todo.
Un saludo
Hola JonyMao!
¡Je, je! En el fondo no fue para tanto, con unos días de dieta la cosa se solucionó. Como he dicho antes, yo creo que me puse mala porque el viaje ya se acababa!
Saludos!