Después de dormir unas diez horas, me levanté descansada y con ganas de desayunar en la agradable terraza del riad. Hacía algo de frío, ¡pero el cielo estaba despejado y prometía un día espléndido! El té moruno y las tortas me sentaron de maravilla para empezar el día. En el horizonte se podía vislumbrar la silueta del Atlas nevado, aunque la visibilidad no era muy buena.
Antes de ponernos en marcha, preguntamos a Christine la mejor manera de ir a los Jardines Majorelle, y ella nos sugirió ir en calesa. Nos dijo que el precio que debíamos pagar por ir y volver en calesa serían 250 dirhams y nada más. Si acaso ya nos lo pensaríamos de camino a las afueras de la medina.
En la plaza Jemaa-el-Fna había montones de taxistas que nos ofrecían llevarnos. Pero había un problema: la mayoría eran taxis pequeños de cuatro plazas (contando al taxista). Así pues, buscamos otra alternativa. En la Avenida Mohammed V, a la altura de la Koutoubia, hay diversas paradas de autobuses urbanos, así que al final probamos suerte allí. Después de preguntar en varias paradas, encontramos el autobús que nos llevaría a los Jardines. Durante el trayecto estuvimos charlando con un señor que muy amablemente nos indicó en qué parada debíamos bajar y con una pareja de ingleses. El tema de conversación fue el fútbol. Es curioso que, sin ser futboleros, enseguida encontramos a gente deseando hablar de fútbol con nosotros, y nosotros, ante su amabilidad, no podíamos evitar hablar del reciente «clásico», de Messi y de la selección. Con la charla, no nos dimos cuenta y enseguida llegamos a nuestro destino.
Los Jardines Majorelle son unos jardines botánicos diseñados por el pintor Jacques Majorelle en 1931. El 1980, Yves Saint-Laurent compró los jardines y se encargó de restaurarlos. El diseño arquitectónico del recinto destaca por el uso de colores muy vivos y en él se puede ver una importante variedad de palmeras, cactus, aloe y bambú. Se trata de un lugar muy agradable e incluso romántico (si obviamos las multitudes de visitantes), con rincones preciosos para pasear y perderse. Además de los jardines, también se puede visitar el Museo de Arte Islámico, aunque la entrada hay que pagarla aparte.
Al volver a la medina, anduvimos un poco perdidos. No teníamos ni idea de dónde coger un autobús de vuelta porque no había ninguna parada en la calle. Al final, paramos un bus en medio de la calle que nos acercó al centro. Entramos en la medina por la imponente puerta de Bab Agnau y fuimos a visitar las tumbas saadíes. Estas tumbas datan del siglo XVI, ¡pero no fueron descubiertas hasta el 1917! En este caso, el recinto también es un bello ejemplo de la arquitectura local, aunque los muros y el jardín interior se ven muy abandonados. En los tejados se pueden observar diversos nidos de cigüeña, que en esa época del año están habitados.
A la hora de comer, nos acercamos a la plaza Qzadria buscando algún restaurante. Los que nos habían recomendado por allí eran algo caros, así que optamos por uno de los puestos de comida de la plaza. Como en Jemaa-el-Fna, no hay competencia de precios, así que en cada restaurante te aparece alguien contándote las maravillas de su menú. Pero esta vez no nos salió muy bien la jugada, puesto que el tajín y las brochetas que nos sirvieron no tenían un aspecto muy apetecible. Los gatos de la plaza no opinaban lo mismo y nos rodearon con la intención de ver si «caía» algo. Yo me comí medio tajín vegetal, pero Isabel, que se estaba resintiendo de la gripe que arrastraba desde principios de semana, no pudo con su plato. Una pobre señora muy viejecita se nos acercó para pedir limosna y, como nos supo mal que sobrara comida, le preparamos una torta rellena de carne y verduras.
Cuando terminamos de comer dimos una vuelta por la plaza, donde hay varias tiendas de lámparas y artesanía hecha en hojalata. Las lámparas eran realmente bonitas e Isabel y su compañero estuvieron mirando para comprarse alguna. A nosotros nos gustó un marco al estilo de las ventanas marroquíes y decidimos quedárnoslo. Sin embargo, la experiencia del regateo fue frustrante y no conseguimos ninguna rebaja.
Nuestra siguiente parada fue el Palacio La Bahia, del cual destacaría los fantásticos techos de madera pintados y los patios decorados con fuentes y mosaicos, aparte del clásico pero no menos espectacular diseño con estuco de puertas y paredes. Como estábamos algo cansados, aprovechamos para quedarnos un rato sentados en alguno de los patios contemplando la decoración. Isabel notaba especialmente el cansancio debido a la gripe, y la opción de salir de excursión el día siguiente se iba descartando por momentos. Es mejor tomarse las visitas con calma y no forzarse. Además, ¡así teníamos una buena excusa para volver a Marruecos en otra ocasión! Al final, tuvimos que salir del palacio puesto que se acercaba la hora de cerrar.
A media tarde había mucha gente paseando por la calle. La diferencia respecto al viernes era notable. Subimos tranquilamente por una calle llena de tiendas de joyas y bisutería. El tráfico de motocicletas era muy intenso y costaba un poco respirar en una calle tan estrecha. Pasamos por delante de un hammam y la idea de hacer un descanso nos sedujo. Entramos y un señor en la recepción nos ofreció una visita para intentar convencernos. Ah, pero ¡solo las señoras! En aquel hammam hombres y mujeres entraban en turnos distintos. ¡Pues vaya, nuestro gozo en un pozo! Después nos dimos cuenta que lo de los turnos distintos para hombres y mujeres era la norma habitual en los hammam de Marrakech.
Finalmente, ¡llegamos a Jemaa-el-Fna y pudimos respirar! Ya había anochecido y había mucho ambiente en la plaza y alrededores. Seguimos por la ruta habitual de vuelta al riad, ya que aquella noche habíamos decidido cenar allí. A medio camino, nos paramos a mirar en una pequeña tienda de jabones naturales. La dependienta nos estuvo contando las propiedades de la gran variedad de aceites y jabones, todos de cosmética natural. Isabel y yo nos quedamos unos cuantos jabones, entre ellos uno de aceite de argán, producto típico de Marruecos.
La cena en el riad fue posiblemente la mejor del viaje: de primero nos sirvieron berenjenas cocidas frías aliñadas con especias y tomate con sésamo y canela. ¡La mezcla de hortalizas y especias estaba riquísima! De segundo comimos tajín de cordero con ciruelas y almendras, y de postre, naranja con menta. Nos quedamos más que satisfechos con la cena y, antes de ir a dormir, estuvimos un rato en el patio del riad disfrutando del ambiente tranquilo y acogedor que nos ofrecía.
Datos de interés:
Jardins Majorelle: entrada 30 dirhams (Museo de Arte Islámico: 15 dirhams) (1,30 euros).
Tumbas Saadíes: entrada 10 dirhams (0,90 euros).
Palacio el Bahia: entrada 10 dirhams (0,90 euros).
Bulles & Huiles: 68, rue Ben Saleh.
Encontrarás más datos en la mini guía de la escapada a Marrakech. ¡No te la pierdas!
¡Qué fotos más bonitas! La verdad es que dan ganas de irse para allá.
Las tumbas saadíes impresionan.
Un saludo
Hola! Todo esto me va a venir genial, porque si todo va bien estaré por Marrakech entre el 10 y el 17 de abril. Eso sí, iremos con una chica de allí, así que ya vamos con ventaja 😛 Saludoss!
Vaya rollo que te pille de viaje y con un trancazo! Pero bueno, como decís, si no pudistéis ver todo, así tenéis excusa para volver.
Saludos
Pues yo cuando estuve en marrakech, fui andando desde la djemaa el fna hasta los jardines majorelle jejeje! Un paseíto.. Bab Agnaou me encanta, no se porque pero la tengo cariño 🙂
Como vienes acostumbrando.. bonitas fotos¡¡
Ai què bo el menjar! Necessito fer un curset de cuina marroquina 😛
Hola Helena!
Las tumbas saidies tienen algo mágico, quizás por lo oculto de su ubicación o por la iluminación de la sala en la que están. ^^
Hola Pruden!
Pues si vas con alguien de allí es toda una suerte, seguro que te lleva a sitios a los que un turista difícilmente podría acceder. 😀
Pues si MC, este invierno ha sido durillo. No solo me puse muy mala días antes de ir a Marrakech, que encima me puse fatal cinco días antes de ir a India, hasta el médico me dijo que en esas condiciones no podía ir… bueno, milagrosamente estaba bien el día en que salía nuestro vuelo! ^^
Ostras Dany eres un campeón, porque había un buen trocillo. Espero que no lo hicieras en verano.
Ei Míriam!
Doncs sip hem de fer un curset però ja! 😛
Besos a todos! 😀
Me ha encantado el blog!! ya tienes una seguidora más! me voy a quedar un ratito por aquí leyéndote…
Y de paso te presento el mío! Living to travel
espero que te guste
Saludosss
Molt maco aquest jardí. Em va agradar comprovar com es pot fer un jardí amb plantas de baix consum d’aigua. Haurien d’aprendre aqui, que sembla que si no gasten aigua ja no és un jardí!
Una abraçada!