Nuevo relato del blogtrip a las Maldivas que realizamos las Fashion Travel Bloggers en noviembre de 2016. En esta ocasión os contamos nuestra segunda incursión con el tiburón ballena y de cómo fue un éxito total.
Ese día subimos a un barquito en el muelle del Resort Angsana Velavaru y surcamos el océano a toda pastilla hasta llegar frente a la isla-hotel Lux South-Ari-Atoll. En el arrecife de los alrededores se pueden ver ejemplares de tiburón ballena, un tipo de tiburón que se alimenta de plancton. Nuestro guía, Algeen, se situó en la proa del bote para tratar de avistar a un ejemplar bajo el agua, cerca de la superficie. En esta excursión no te garantizan al 100% que puedas llegar a ver uno de estos enormes animales, así que estábamos a la expectativa. Cerca había otros barquitos con turistas, algunos practicando buceo y otros buscando también al tiburón ballena. Nos habíamos calzado las aletas y las gafas y tubo de snorkel para estar preparados para saltar al agua en cualquier momento. Si Algeen nos daba la señal y tardábamos demasiado en saltar, era muy posible que el tiburón pasara de largo rápidamente.
«Jump now! Jump, jump, jump!!!» nos indicó Algeen con urgencia y, uno a uno, nos fuimos tirando por la popa. Algeen se lanzó también al agua y nos señaló un punto más adelante. Me puse rápidamente las gafas y el tubo y, cuando metí la cabeza bajo el agua… ¡allí estaba! Justo en frente de mis narices. Todo un tiburón ballena de tamaño medio, con su piel gris y motas blancas, enorme, descomunal, pasaba nadando tranquilamente de izquierda a derecha delante de nuestras narices.
Nos acercamos nadando todo lo rápido que pudimos. El tiburón se alejaba y ahora ya solo le veía la cola, moviéndose a un lado y al otro, como una vaca que espanta las moscas. Puse la quinta marcha y empecé a nadar al máximo de mi potencial. Así conseguí situarme junto al lomo de la bestia, aunque a unos cinco metros prudenciales de distancia. Increíble. Qué mastodonte submarino más elegante. Seguí nadando, tratando de mantener el ritmo del tiburón ballena, pero nadar a máxima velocidad y a la vez respirar con el tubo de snorkel resultaba difícil. Cuando me decidí a quitarme el tubo de la boca y nadar normalmente, el mastodonte elegante ya se había alejado.
Sin embargo, las dos Isabeles del grupo seguían a la bestia como si no hubiera un mañana. Era su segunda vez nadando con tiburones ballena y cuando se pusieron a su lado lo siguieron durante unos minutos junto con Algeen que las filmaba. Solo dejaron de nadar cuando vieron que habían dejado el grupo muy atrás y entonces cesaron la persecución.
Fue una experiencia única y espectacular. Volvimos al bote sintiéndonos muy afortunados de que la naturaleza nos hubiera regalado esos instantes con aquel animal. Luego tratamos de tener suerte otra vez, pero no pudo ser. Así que, finalmente, optamos por lanzarnos de nuevo al agua y contemplar la vida acuática del arrecife. Había peces de muchos colores. Me fijé en uno muy bonito que combinaba el color turquesa con tonos amarillos y magentas. Aunque todo el romanticismo se fue al garete cuando este pez de repente hizo sus necesidades sin siquiera detenerse. Fue como si lanzara unas cargas de profundidad fétidas. Por suerte, los olores no se transmiten bien en el medio acuático y, además, yo nadaba por encima de él y no al revés.
Dicho esto, el panorama en el arrecife fue precioso y hasta logramos ver una tortuga. De hecho, nos avisó Algeen. Yo no la habría detectado porque su caparazón tenía el mismo color y textura que la superficie del arrecife de coral. La tortuga no tenía intención de posar delante de los turistas, pero Algeen la convenció y finalmente pasó nadando delante de nuestros ojos.
Tras pasar algo más de tiempo contemplando el lecho marino, volvimos al bote y reemprendimos el regreso al hotel. Cuál fue nuestra sorpresa cuando, al pasar junto a una isla desierta, Algeen nos propuso hacer una paradita allí para hacer un poco de snorkel y quizás llegar hasta la playa. Esta isla era realmente diminuta. Nos hizo gracia porque, justamente esa mañana, habíamos bromeado con la posibilidad (remota) de comprar una isla desierta.
Al parecer, las más baratas cuestan (solo) un millón de dólares (!). Bromas aparte, nos lanzamos al agua y al poco ya estábamos todos en la isla. Tras una breve exploración, comprobé la deplorable realidad del sentido común humano. El menos común de los sentidos. Había tres parasoles de palma en la isla y cerca de uno de ellos, había bastante basura desperdigada entre la arena. Cajas de botellas de agua, botes de comida, latas, restos de hogueras. Muy indignante. ¿Qué tendrán algunas personas en la cabeza?
En fin, paseamos por la arena blanca de coral desmenuzado, una playa tan pequeña como idílica. Típica de las postales del paraíso. Éramos los únicos «habitantes» de la isla, por lo menos en esos momentos. Nos sentamos en la orilla, hicimos mil fotos y disfrutamos el paisaje soleado de color verde de la vegetación, blanco de la arena, y turquesa del agua. Genial.
Al cabo de un rato, tuvimos que volver nadando al bote. Por el camino, entre los corales vi una bota de cuero que alguien debía haber perdido hace décadas. ¿Quién es capaz de perder una bota junto a una isla como aquella? Mientras volvíamos hacia el hotel, el guía nos dio unas cajitas con el picnic: ensalada, bocadillo de jamón con cebolla, tomate y lechuga, varios trozos de fruta y una porción de pastel de chocolate, muy bueno.
Hacia las dos de la tarde llegamos al hotel y desembarcamos directamente en la zona de las «water villas». Esta parte es totalmente independiente de la isla donde se alza el resto del hotel, y se sostiene mediante pilares justo por encima del arrecife. Nos alojamos en una de las habitaciones-apartamento que da hacia el oeste, es decir, hacia la puesta del sol sobre el océano Índico.
Estas habitaciones son de un lujo superior. Mobiliario de diseño, bañera de una sola pieza, un dormitorio enorme. Y, al otro lado del cristal, una terraza con piscina particular tipo «infinity pool» que sobresale por encima del arrecife. Espectacular. Como ya habíamos visto la noche anterior, el piso de arriba era un terraza con tumbonas, sofás y unas vistas tremendas de los alrededores. Por último, la habitación contaba con unas escalerillas para bajar al agua y hacer snorkel o simplemente nadar en el mar.
Ni que decir tiene que, cuando el sol dejó de apretar tanto, nos relajamos en la piscina o las tumbonas como si no hubiera un mañana. A la hora convenida, el sol inició su espectáculo diario y nos dio las buenas noches mientras desaparecía lentamente por el horizonte. Contemplar el atardecer desde la piscinita fue una experiencia sensacional. El reflejo dorado del sol sobre el océano se extendía por encima del agua de la piscina hasta nuestras miradas encandiladas.
Más tarde, y al igual que la velada anterior, fuimos a cenar al restaurante Azurro. El menú consistía en un primer plato a elegir entre entrantes, sopas y ensaladas, y un segundo a elegir entre carnes, pescados o risottos. De postre, nos pedimos un coulant de chocolate y un pastelito de manzana con masa desmigada acompañado con un poco de helado de vainilla.
¡Buf! ¡Menudo día…! Finalmente, nos retiramos a la habitación a descansar. A la mañana siguiente nos esperaban más actividades interesantes en el Angsana Velavaru de las islas Maldivas.
Datos de interés
Angsana Velavaru Resort: «InOcean Sunset Pool Villa» desde 1668$ la noche solo con desayuno. Traslado en hidroavión: 420$ viaje de ida y vuelta. Hay que reservarlo junto con el hotel. Si se reserva vía Booking hay que contactar con el hotel para acordar el traslado.
NOTA: El Resort Angsana Velavaru junto con la oficina de Turismo de las Maldivas invitaron a las Fashion Travel Bloggers a conocer el resort y las actividades que ofrece para ayudar a hacer difusión de ellas. Las opiniones vertidas en este artículo son 100% nuestras y totalmente sinceras.
Anda que no es apetecible ahora mismo viendo las temperaturas que tenemos, un bañito así.
La verdad que Maldivas es un destino que me apetece mucho, combinado con otro país 😀
Un besote y feliz año.
Hola a todas! Una pregunta, si incluye solo desayuno, donde hacen el resto de las comidas y bebidas y a que costo? Muchas gracias!!!
Hola Belén,
Las comidas se hacen en el restaurante a la carta. Según el restaurante y el tipo de comida el coste es mayor o menor.
Un saludo,
Isabel