Siempre es emocionante cuando pisas un destino por primera vez. Después de leer sobre un nuevo país en guías y blogs de viajes, a la llegada se descorre finalmente el telón y el espectáculo está a punto de empezar. La incertidumbre es parte del atractivo: ¿me gustará? ¿me sorprenderá? Y si en el país se habla un idioma desconocido, con una escritura indescifrable, otro interrogante más: ¿sabré apañarme y hacerme entender? Todo esto pensábamos mientras el avión aterrizaba a primerísima hora de la mañana en el aeropuerto de Pekín. Momentos más tarde, mientras descendíamos por la escalinata del avión con las típicas cosquillas en la barriga, los primeros rayos de sol que despuntaban por el horizonte nos dieron la bienvenida y dio inicio el viaje por China. Empieza el «show».
A las seis y media de la mañana sale el primer tren expreso hacia el centro de la capital. Una vez allí, tomamos el metro hasta el hotel. El metro de Pekín es bastante nuevo, pero precisamente las líneas que usamos nosotros no tenían escaleras mecánicas ni ascensor, así que nos tocó arrastrar las maletas un rato.
Y por si no habíamos tenido suficiente ejercicio matutino, luego hubo que arrastrarlas hasta el hotel. A tan solo pocas horas de haber aterrizado en China sufrimos la cruda realidad de la disfuncionalidad de los mapas de la ciudad. Al menos del que nos dieron con la situación del hotel, aparentemente a un par de calles del metro, pero en realidad estaba bastante más lejos. Y he aquí mi primer consejo para viajar a China: imprimiros los itinerarios de Google Maps.
Nuestra primera imagen de Pekín y de China fue la avenida comercial todavía dormida a esas horas y de acera irregular por donde fuimos arrastrando las maletas. Andábamos y andábamos y la calle del hotel no aparecía. Algunos transeúntes con un ligero dominio del inglés se paraban para ver si nos podían ayudar y todos nos indicaban que siguiéramos recto. «Qué amables», recuerdo haber pensado, y también: «uff, qué calor hace a esta hora tan temprana».
Según Google Maps (ahora que lo he consultado) hay quince minutos andando, pero claro, arrastrando maletas y deteniéndote cada dos por tres para comprobar si no te habrás pasado de largo, se tarda mucho más. Cuando llegamos a la altura del restaurante Yoshinoya, torcimos a la izquierda y nos adentramos en un estrecho hutong. Parecía que en tan solo unos metros hubiésemos retrocedido 40 años en el tiempo: edificios bajos un poco cochambrosos, una oficina de correos de otra era y puestos de comida sobre manteles en el suelo, bicicletas, furgonetas y, en medio de todo, la fachada de nuestro hotel. «¿Seguro que es aquí?» «Sí, sí, es aquí». ¡Por fin!
Las fotos de la web del hotel no se parecían mucho a lo que nos encontramos: un hostal un poco caótico, abarrotado de objetos y adornos, y en la recepción huéspedes soñolientos como nosotros. Nos dieron nuestra habitación, encendimos el aire acondicionado y caímos rendidos en la cama. Entre el vuelo nocturno y el arrastramiento de maletas estábamos tan cansados que decidimos que más tarde sería otro día. Unas horas después, al despertarnos, me percaté de que el aire acondicionado hacía mucho ruido y también de que la habitación era algo diminuta, pero por 24€ la noche supongo que poco más se puede pedir.
Salimos a la calle preparados para la primera toma de contacto con la ciudad y nos dirigimos directamente hacia el punto más neurálgico: la plaza de la Puerta de la Paz Celestial o en chino: Tian’anmen (天安门广场).
Justo en frente de la Ciudad Prohibida construyeron en 1949 el nuevo símbolo de la China comunista, una gran plaza, una gran extensión de cemento donde poder celebrar grandes concentraciones políticas similares a las que se hacían en la plaza Roja de Moscú. La diferencia es que la de Rusia tiene un aire histórico que le da una cierta presencia. En China parece ser que tiraron abajo todo lo viejo y dejaron una gran explanada rodeada de edificios nuevos, también de hormigón, que serían las sedes del nuevo gobierno.
La plaza de Tian’anmen es fea, enorme, agobiante de recorrer, en parte porque había zonas cortadas por obras que te hacían dar un gran rodeo para llegar a algunos puntos. A pesar de todo, es una plaza con bastante vida. Al menos ese domingo en pleno verano, había todo tipo de vendedores ambulantes vendiendo banderitas de China, cometas de papel con la imagen de la mascota de las pasadas olimpiadas, vendedores de helados cuyo ciclo de congelación había quedado roto días antes y muchos turistas chinos visitando la capital. Además, los símbolos comunistas y las monumentales estatuas de obreros heroicos, junto con el famoso retrato de Mao en la puerta del palacio imperial, le dan cierto encanto.
Entonces nos acercamos a ver la gran joya de China, la Ciudad Prohibida, pero al ver las oleadas de gente que entraban y salían decidimos verla otro día con más tiempo. Descartada la visita, pasamos a los temas prácticos y nos pusimos a callejear en busca de un banco donde cambiar dinero.
Hacía un calor agobiante y necesitábamos ir al baño, así que entramos en un pequeño local a tomarnos un refresco. El propietario parecía emocionado de tener a dos turistas occidentales en su bar e intentó comunicarse con nosotros muy amablemente. Como la comunicación no era muy fluida, instó a su hija de unos doce años a que practicara inglés con nosotros. El padre estaba muy emocionado de ver a su hija chapurrear algunas palabras pero, entre lo poco que sabía la niña y lo tímida que era, no hablamos mucho. Aun así, nos pareció gente muy maja. Por cierto, el local no tenía baño, pero después descubrimos que en Pekín hay muchos baños públicos y suelen estar bastante limpios.
Más tarde, al cambiar moneda en un banco aprendimos que es necesario presentar el pasaporte. Luego decidimos dirigirnos en metro hasta el Templo del Lama.
El Yônghé Gông (Templo del Lama /雍和宮) es el templo budista de más renombre fuera del Tíbet. Fue residencia del emperador Yong Zheng y en 1744 se convirtió en centro religioso. Es un templo muy bonito y como era domingo al mediodía había muchos fieles orando, dando vueltas a los molinillos de oración y encendiendo barras de incienso que creaban un ambiente muy místico. A las cuatro de la tarde cierran la mayoría de templos y monumentos, así que decidimos que era la hora de ir a comer.
Elegir el Templo del Lama al empezar nuestra visita por Pekín no fue casual, ya que a unos cinco minutos a pie está el restaurante Jin Ding Xuan que un compañero de trabajo que vivió en Pekín nos había recomendado. Allí descubrimos que una de las cosas buenas de China es que puedes comer a cualquier hora, tanto da si es un almuerzo tardío o una cena temprana, los restaurantes siempre están dispuestos a servirte.
El restaurante Jin Ding Xuan ocupa un edificio espectacular de varias plantas y había bastantes clientes comiendo o pasando la sobremesa jugando a cartas. El menú, que por suerte también está en inglés e incluye fotos de los platos, es enorme y fue difícil decidirse. Quizás por influencia de la comida china que tenemos en España, acabé pidiendo unos rollitos de primavera, unas empanadillas estilo gyoza y unos fideos fritos. ¿Quién dice que este tipo de comida no se encuentra en China? Pues sí se encuentra, pero la de allí está muchísimo más rica.
A media tarde no sabíamos muy bien adónde ir, ya que los monumentos principales estaban cerrados. Finalmente, optamos por ir al único lugar donde sabríamos que habría actividad, aunque en principio era el último de toda China que teníamos pensado visitar: la zona olímpica.
Los alrededores del estadio olímpico estaban muy animados, porque pocos días antes se habían inaugurado los JJ.OO. de Londres y muchos pekineses habían acudido allí a rememorar el espíritu olímpico viendo las competiciones deportivas en pantallas gigantes. Es una extensión muy grande repleta de pabellones y ese día había algunas actividades para niños y algunas exposiciones al aire libre de patrocinadores deportivos. El estadio olímpico me pareció bastante impresionante.
Sin embargo, yo no podía despegar mis ojos del espectáculo de la gente que nos rodeaba: infinitas niñas e incluso adultos con gorras de Arale, señores con la camisa levantada enseñando la barriga (método chino para soportar mejor el calor), niños con una ropa diseñada para dejarles el culo al aire (método chino para que los pequeños evacúen más cómodamente) y, a pesar de lo que me habían comentado, no vi a nadie escupiendo sonoramente en el suelo. De hecho, me sorprendió lo impoluta que estaba esa zona.
Regresamos al hotel con la puesta de sol y así concluyó nuestro primer día en Pekín y en China. Como suele ocurrir en la primera toma de contacto con un país desconocido, la jornada resultó algo confusa y sin planes muy claros. Sin embargo, al día siguiente no cabía duda: íbamos a adentrarnos en la Ciudad Prohibida.
Datos de interés:
1. Airport Railway Express: 25¥. Empieza a funcionar a las 6.35 desde el aeropuerto y conecta con las líneas 2, 10 y 13 del metro.
2. Billete de metro sencillo: 2¥
3. Templo del Lama: 25¥ salida C del metro. Es importante usar la salida adecuada de la estación de metro para evitar perderse.
4. Lata de Coca-cola: 5¥
5. Helado de té verde: 6¥
6. Restaurante Jin Ding Xuan: Port Buns Shanghai: 19,8¥; pan-fried dumplings: 12,8¥; deep-fried spring rolls: 10,8¥; stir fried rice noodles with beef: 32¥
7. Red Lantern Hostel: habitación doble sin baño: 200¥
Tienen Yoshinoya???? O.O con lo que me gustaban en Japón!!!
Veo que los japos no son los únicos con lios de mapas xD (no señalar el norte, no poner escala…) suerte del google maps!!
Estoy indecisa respecto a China, así que leeré con interés tu viaje, a ver si me acaba de decidir 😉
Por fín comienza el viaje por china, jejeje. Nosotros también nos alojamos en el Red Lantern Hostel y como dices, los mapas chinos dejan mucho que desear…, todavía estamos buscando el Mcdonals que marca el mapa…
Venga, un saludo!!!
Bueno, no está mal como toma de contacto!! Los principios siempre son duros y en un viaje no podía ser menos…. Muy curiosos los personajes que hay por allí y geniales tus consejos Isabel!! Un abrazo
¡Me viene al pelo! Acabo de comprar los billetes para China para este verano así que tomo nota de todas tus experiencias y de la guía resumen. Me alegra ver que sí existe la comida que encontramos por aquí, con lo que me gusta! Qué ganas…
Una abraçada!
Dentro de unos días estaremos por ahí…